1. Etapa de la negación
El hecho de negar la realidad de que alguien ya no está con nosotros porque ha muerto permite amortiguar el golpe y aplazar parte del dolor que nos produce esa noticia.
Aunque parezca una opción poco realista, tiene su utilidad para nuestro organismo, ya que ayuda a que el cambio de estado de ánimo no sea tan brusco que nos dañe.
La negación puede ser explícita o no explícita, es decir, que aunque nos expresemos verbalmente aceptando la información de que el ser querido ha muerto, a la práctica nos comportamos como si eso fuese una ficción transitoria, es decir, un papel que nos toca interpretar sin que nos lo creamos del todo.
En otros casos, la negación es explícita, y se niega de manera directa la posibilidad de que se haya producido la muerte.
La negación no puede ser sostenida de manera indefinida, porque choca con la realidad que aún no se ha llegado a aceptar del todo, así que terminamos abandonando esta etapa.
2. Etapa de la ira
La rabia y el resentimiento que aparecen en esta etapa son fruto de la frustración que produce saber que se ha producido la muerte y que no se puede hacer nada para arreglar o revertir la situación.
El duelo produce una tristeza profunda que sabemos que no puede ser aliviada actuando sobre su causa, porque la muerte no es reversible.
Además, la muerte es percibida como el resultado de una decisión, y por eso se buscan culpables. Así, en esta fase de la crisis lo que domina es la disrupción, el choque de dos ideas (la de que la vida él lo deseable y la de que la muerte es inevitable) con una carga emocional muy fuerte, por lo que es fácil que se den estallidos de ira.
Así, es por eso que aparece una fuerte sensación de enfado que se proyecta en todas las direcciones, al no poder encontrarse ni una solución ni alguien a quien se le pueda responsabilizar completamente por la muerte.
Aunque una parte de nosotros sepa que es injusto, la rabia se dirige contra personas que no tienen la culpa de nada, o incluso contra animales y objetos.
3. Etapa de la negociación
En esta etapa se intenta crear una ficción que permita ver la muerte como una posibilidad que estamos en posición de impedir que ocurra.
De algún modo, ofrece la fantasía de estar en control de la situación.
En la negociación, que puede producirse antes de que se produzca la muerte o después de esta, fantaseamos con la idea de revertir el proceso y buscamos estrategias para hacer que eso sea posible.
Por ejemplo, es frecuente intentar negociar con entidades divinas o sobrenaturales para hacer que la muerte no se produzca a cambio de cambiar el estilo de vida y "reformarse".
Del mismo modo, el dolor es aliviado imaginando que hemos retrocedido en el tiempo y que no hay ninguna vida en peligro.
Pero esta etapa es breve porque tampoco encaja con la realidad y, además, resulta agotador estar pensando todo el rato en soluciones.
4. Etapa de la depresión
En la etapa de la depresión (que no es en sí el tipo de depresión que se considera trastorno mental, sino un conjunto de síntomas similares), dejamos de fantasear con realidades paralelas y volvemos al presente con una profunda sensación de vacío porque el ser querido ya no está ahí.
Aquí aparece una fuerte tristeza que no se puede mitigar mediante excusas ni mediante la imaginación, y que nos lleva a entrar en una crisis existencial al considerar la irreversibilidad de la muerte y la falta de incentivos para seguir viviendo en una realidad en la que el ser querido no está.
Es decir, que no solo hay que aprender a aceptar que la otra persona se ha ido, sino que además hay que empezar a vivir en una realidad que está definida por esa ausencia.
En esta etapa es normal que nos aislemos más y que nos notemos más cansados, incapaces de concebir la idea de que vayamos a salir de ese estado de tristeza y melancolía.
5. Etapa de aceptación
Es en el momento en el que se acepta la muerte del ser querido cuando se aprende a seguir viviendo en un mundo en el que ya no está, y se acepta que ese sentimiento de superación está bien.
En parte, esta fase se da porque la huella que el dolor emocional del duelo se va extinguiendo con el tiempo, pero también es necesario reorganizar activamente las propias ideas que conforman nuestro esquema mental.
No es una etapa feliz en contraposición al resto de etapas del duelo, sino que al principio se caracteriza más bien por la falta de sentimientos intensos y por el cansancio.
Poco a poco va volviendo la capacidad de experimentar alegría y placer, y a partir de esa situación las cosas suelen volver a la normalidad.
Descubriendo el Siglo 21
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Tomás Del Valle-Reyes
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