La oración que une el alma a Dios de modo interno y profundo. Cuando un alma se aferra fuertemente a Dios, nadie la podrá arrancar de su Corazón.
El alma que no reza es como fruto agusanado: nadie advierte la creciente podredumbre en su interior.
Pero al final el fruto caerá a tierra.
Jesús el Hijo de Dios, rezaba día y noche no teniendo necesidad.
Ha querido que a la enseñanza precediera el ejemplo.
Si alguien se niega a orar no puede imputar a Dios el que se apague en él toda energía espiritual.
Quien no reza es como un náufrago entre las olas tempestuosas de un mundo que no es de Dios.
Dios quiere guiar al hombre al logro de la salvación eterna de su alma, pero cuando el hombre niega la poca colaboración que puede dar, Dios lo abandona a sí mismo. Siendo esta la causa, de la crisis de fe que padecemos.
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La oración es como el respirar: si no respiras, mueres; si no oras, mueres espiritualmente.
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