¿Es frecuente la depresión en el anciano?
La depresión es un trastorno de primer orden en cuanto a frecuencia y trascendencia dentro de las enfermedades que aquejan preferentemente a los ancianos.
La existencia de tratamientos eficaces que pueden mejorar la calidad de vida de quienes padecen este trastorno, obliga a prestar especial atención a este problema.
Deberíamos mantener un permanente estado de alarma que permita su detección, para posteriormente abordarla con los tratamientos de los que disponemos.
¿Qué entendemos cuando hablamos de depresión?
El concepto de depresión no es extraño por su difusión fuera de la práctica médica.
Sin embargo es necesario puntualizar que los síntomas depresivos pueden formar una variada constelación de manifestaciones que incluyen síntomas psíquicos y corporales.
Entre los primeros se encuentran síntomas afectivos consistentes en una alteración del humor entendido como alteración del estado de ánimo.
Es el ánimo depresivo o tristeza vital.
Otros síntomas de esta esfera afectan a la pérdida de interés por las cosas así como a la capacidad para disfrutar.
Constituyen el núcleo central de la depresión y se acompañan de una disminución de la vitalidad con alteración de la actividad laboral y social del individuo.
En esta esfera pueden existir otros síntomas como ideas de culpa, auto- reproches, pesimismo, desesperanza, dificultad para concentrarse, ideas de suicidio... Sin embargo en la depresión existen síntomas corporales o somáticos siendo los más frecuentes las alteraciones del sueño con insomnio y menos veces hipersomnia; pérdida de peso con falta de apetito; cansancio o falta de energía.
Pueden existir otras muchas quejas somáticas: gastrointestinales, vértigo, dolor, cefalea, etc. que en ocasiones son predominantes en la depresión del anciano.
¿Qué predispone al anciano a estar deprimido?
En la vejez concurren una serie de factores de diversa índole que pueden favorecer la aparición de este trastorno.
Entre ellos se encuentran: Pérdida de salud que acontece con la edad.
En muchas ocasiones ésta pérdida de salud condiciona deterioro funcional con tendencia a la dependencia física y pérdida de autonomía.
Presencia de enfermedades crónicas, pérdidas de familiares, amigos y seres queridos en ocasiones acompañadas de reacciones de duelo patológicas.
Dsiminuye la capacidad económica.
Pérdida de roles en el seno de la familia con la salida de los hijos y un papel menor del abuelo dentro de la misma.
Cambios con la llegada de la jubilación, que condiciona un cambio brusco en la actividad y relaciones sociales.
Factores biológicos presentes, aunque no suficientes para la depresión. Entre ellos se han implicado cambios en la estructura cerebral, neurotransmisión, sistemas hormonales.
Se ha postulado que pudieran ser un factor de vulnerabilidad.
A pesar de ello el envejecimiento no es sinónimo de depresión.
No se deben confundir el envejecimiento normal con la presencia de una enfermedad por más que en ocasiones estén presentes una mayor introversión, reiteración y presencia del pasado en algunos ancianos. Es decir, ni todos los ancianos están deprimidos ni los síntomas de una depresión cuando aparecen en un anciano, son "normales" para su edad.
Padre Tomas Del Valle-Reyes
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