¿Por qué la depresión en esta edad?
En primer lugar por su frecuencia que es muy alta.
Se calcula que hasta un 30% de los mayores de 65 años padece alguna de las diversas formas de depresión.
Esta aseveración tiene sin embargo muchas matizaciones, todas ellas tomadas con precaución derivada de los problemas metodológicos de los estudios.
Se sabe que la depresión severa o depresión mayor es menos frecuente en el anciano que en el adulto joven. Afectaría al 1-2% de los mayores de 65 años y supondría un cuarto de todas las depresiones mayores. Existen argumentos por parte de algunos autores en contra de la anterior afirmación, dando una posible explicación a esta diferencia en un menor diagnóstico de la depresión del mayor.
Esto se debería a varios factores como la presencia de deterioro cognitivo o una expresión de los síntomas de forma diferente en el anciano, con una menor expresión de tristeza y más presencia de síntomas somáticos o corporales.
Esto supondría que los estrictos listados de criterios con los que se hacen los diagnósticos estén poco adaptados a la forma de la depresión en el anciano.
En cambio la frecuencia es muy alta si se estudian depresiones menores y presencia de síntomas o estados depresivos que no cumplen suficientemente criterios para considerarlos depresión.
La presencia de estas depresiones menores o depresiones subclínicas se calcula en un 15%-20% de las personas mayores.
Estas cifras que hemos dado son válidas para ancianos que viven en la comunidad.
Si se analiza la frecuencia del trastorno depresivo en ancianos hospitalizados o institucionalizados en residencias, los porcentajes son aún mayores.
Se calcula que la presencia de depresión mayor en ancianos hospitalizados con enfermedad aguda llega al 10%. En estos mismos los trastornos depresivos menores alcanzarían el 30%. En residencias los porcentajes se disparan hasta 15% y 30-35% respectivamente.
En segundo lugar por su trascendencia.
La presencia de este trastorno pasa factura en el adulto mayor no sólo como fuente de sufrimiento individual afectando a su calidad de vida.
Se sabe que la depresión complica la evolución de las enfermedades médicas del anciano; interfiere en la rehabilitación de enfermedades incapacitarte como el ictus; induce un mayor riesgo de suicidio y se traduce en una mayor mortalidad por cualquier causa en quien lo padece.
Son observaciones constatadas tanto a nivel comunitario como en instituciones geriátricas.
Padre Tomas Del Valle-Reyes
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